sábado, 8 de febrero de 2014

EL ÚLTIMO ADIÓS ES UN HASTA LUEGO

Hoy hemos asistido a un acontecimiento que cualquiera querría evitar,  algo que no debería ocurrir pero que sucede en contra de la voluntad humana: la despedida de una niña preciosa que decidió marcharse el día que cumplía exactamente cuatro años y nueve meses.
Aunque es irreparable, también es inevitable sentir el dolor de sus seres queridos, ya que también soy madre y perder a un hijo es lo más terrible que puede suceder.
Últimamente he leído testimonios de personas que han perdido a algún ser querido y especialmente me ha impresionado el de un señor que, habiendo perdido a dos de sus tres hijos, ha "desarrollado" la capacidad de comunicarse con ellos y sentirlos porque,  según él, la muerte no existe. Cuando alguien se va, desaparece su cuerpo pero el alma sigue con nosotros aunque no seamos capaces de sentirlo.
A mi me gusta esta forma de ver el "tránsito"; no en vano, quien estuvo en tu corazón, siempre estará junto a ti. La pena, efectivamente, es que nadie tiene poder para evitar la marcha de otra persona ya que todos tenemos un día designado. 
En el último mes y medio he asistido a la despedida de varias personas, lo que me hace valorar y dar gracias cada día por tener lo que tengo.
La esperanza nos dice que nos volveremos a encontrar con nuestros seres queridos, pero la ausencia física genera un dolor insoportable para los que aquí se quedan.

Por tanto, es tarea del Cielo hacer más liviana la trayectoria a los que sufren, así como éstos deberían agudizar y desarrollar los sentidos para ser conscientes de que los que se fueron continúan estando aquí,  junto a ellos.

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