lunes, 9 de diciembre de 2013

COLECHAR

O, lo que es lo mismo, dormir toda la familia en un mismo colchón, compartiendo un espacio. Y, ese espacio, íntimo, es el más familiar de toda la casa.
Cuando la lactancia se prolonga, es fácil ser afín al colecho. Reconozco que, a algunos padres/madres, nos gusta dormir con nuestr@s hij@s, así como también a ell@s les gusta dormir con nosotros.

El mayor problema de los padres primerizos es que hacemos caso a todas las opiniones que nos dan. Y, en ese periplo de convertirnos en los mejores progenitores para nuestra peque, caí en la tentación de exiliarla de nuestra habitación entre su séptimo y octavo mes de vida, motivada por el logro de un descanso ficticio y por una teoría que afirma que los bebés huelen a sus madres a una distancia de seis metros. Como, desde nuestra cama y su habitación había una distancia mayor, pensé que esa era la solución.
Los primeros días, bien. Lucía llevaba bien el cambio, únicamente me levantaba para darle las tomas nocturnas y nada más pero, a medida que iba pasando el tiempo, encontraba a la niña despierta cada vez que me levantaba, lo cual derivó en que ninguna de ambas descansara.
De modo que la recuperamos del exilio forzado, y otra vez los tres contentos.

Debo decir que mi hija duerme bien pero no nos deja descansar demasiado, y no creo que el asunto mejorara si durmiera en su cuna. Más bien considero que se debe a una cuestión de madurez, relacionada con el desarrollo, y que en algún momento esto mejorará.

Para mi, las ventajas del colecho son muchas:
-Dormir con lo que más quiero, y ser familia aún durante la noche.
-Sentir su calor, su tacto y su aroma.
-Percibir si alguna flema o moco impide una correcta respiración.
-Detectar la existencia de fiebre.
-Demostrarle mi amor.
-Favorecer su descanso reparador.
-Fortalecer el vínculo y crear apego seguro.
-Poder asistirla inmediatamente en caso de que algo le ocurra (ahogo, atragantamiento, fiebre, dolor, etc.).

Por el contrario, encuentro pocos inconvenientes:
-Las patadas (recíprocas, ya que los padres también nos movemos).
-Quedar relegada al borde de la cama mientras ella ha ido ganando terreno y disfruta de una amplia zona central.

Y ya está. Como veis, no he hablado de vicios ni de costumbres nocivas que, posteriormente, requieran tratamiento psicológico para ser superadas.

En un mundo movido por prisas, en el que se exige también a l@s niñ@s que asuman un desarrollo precoz de sus funciones primarias, el colecho supone un espacio tranquilo, íntimo, en el que nutrir a nuestr@ hij@ de amor y afecto, algo de lo que no tod@s l@s niñ@s, desgraciadamente, pueden disfrutar.

Aunque, por supuesto, respeto a los padres y madres que eligen otra forma de educar y criar. Simplemente, deseo compartir la mía.

Y tú, ¿colechas? ¿por qué?

Imagen extraída de: https://www.google.es/search?q=COLECHO&tbm=isch&tbs=simg:CAQSYglTM_
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