lunes, 24 de junio de 2013

EL SEXTO SENTIDO (Continuación de La Esperanza Siempre Está Presente)

Cuando nos dieron la noticia de que Lucía debía llevar un aparato para sus caderas (por una supuesta displasia), se me vino el mundo encima. Algo dentro de mi se negaba a aceptarlo, y llegué a plantearme si me encontraba en la fase de negación (propia del estado de shock) o era una intuición que me advertía de que el diagnóstico era erróneo.

No me cuadraba nada: ni las formas del traumatólogo, ni las alabanzas del ortopedista hacia éste cuya opinión cambió cuando tuvo pagado el dichoso Scotti, pasando a decirnos "no sé por qué os lo habrá mandado, será por prevención". 

De la prevención, me río yo: emulando a Angelina, podemos ir extirpando aquellas partes de nuestro cuerpo susceptibles de cualquier enfermedad, y yo ya puedo comenzar a tomar un antiagregante por los antecedentes circulatorios en mi familia. En fin que, para realizar analíticas normales no hay presupuesto, pero sí para este tipo de aberraciones, como si el cáncer no estuviese en el ADN. A ver cómo se las apañan para extirparlo.
La cuestión es que, ya en la sala de espera, una mamá me ha contado lo mal que le ha ido el maravilloso aparatito a su hija: le ha torcido los pies y las piernas. Quizás era un aviso. Ya en consulta, el traumatólogo le ha realizado a Lucía las comprobaciones articulares pertinentes y, después, un segundo profesional, también se ha sorprendido por el diagnóstico, por lo que nos ha dado el alta alegremente diciéndonos que, dentro de un año, cuando la peque corra y salta, todo estará solucionado y que, si en un futuro, necesitamos volver, no será por ningún problema de cadera.

Podéis imaginar el alivio que hemos sentido, y la confirmación de ese sexto sentido que se desarrolla con la maternidad, porque una madre nunca puede hacer nada que vaya en contra de su propi@ hij@, afectando a su bienestar.

No reniego de los médicos, pero ya veréis en otro post que, hace mucho tiempo (y quizás ésto sí lo llevaba en mi ADN), opté por la medicina natural. No en vano, mi abuelo tuvo un herbolario hace décadas.

Lo mejor de esta historia, es que nuestra pequeña Lucía podrá caminar como siempre lo ha hecho, segura, libre y recta por la senda que ella elija.




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